25. dic., 2021

Conclusio MMXXI

Digo yo, esto de echar una mirada atrás es crucial en nuestra preparación para lo que viene.
 
Mañana cumplo un año desde mi patidifusa cetoacidosis diabética que casi me manda al otro barrio si no hubiese sido por las sapiencias y buenos actos de unos cuantos ángeles.
Digno es mencionar también, con meditada chulería, que ayudó mi corazón a prueba de bala, sin que esto, naturalmente, me apetezca comprobarlo en su literalidad. Me conformo con lo que me dice mi Doc:
¡Este corazoncito está para tres vueltas más!

Escribo hoy estas líneas en compañía y sintonía con el virus; el Covid me eligió finalmente.

Creo yo que lo hizo, en parte, porque encontró en mí una víctima fácil, torpe, y en parte, porque al igual que el año pasado, a la vida le ha dado por atizarme bofetadas ocasionales para recordarme que no es gratuita y que no la malgaste.

Me siento bien, fuerte, pienso que el virus incluso me favorece, no sé, esta mañana al verme en el espejo me brillaban los ojos de manera muy convincente.

Prima conclusio:
¡Cien hurras por las ciencias y otros mil por las personas que se dedican a ella!
Yo, que entiendo poco o nada sobre ciencias, me limito a observar los hechos y saco las conclusiones según me siento en este instante, con el diagnóstico fresco de anoche. ¡Benditos los científicos que trabajaron y trabajan en desarrollar estas vacunas salvadoras! No dudo ni por un instante de que hace medio año yo no estaría tan campante tomándole hasta cariño a mi inesperado visitante.
Amo a la ciencia que en este año se me hizo presente más que nunca, me someto a ella, deseo de corazón entenderla mejor y predicarla.
Luego ya, dejando a un lado el desarrollo de las vacunas por mentes brillantes, retiro mis simpatías al resto de los eslabones que forman la cadena para que, finalmente, me llegaran esos tres pinchazos en el brazo izquierdo. Vaya tortura que significa una y otra vez comprobar, cómo las ambiciones desmedidas de las corporaciones y los gobiernos que las amparan, se imponen a la hora de jugar a ser Dios y decidir a dónde, cómo y a qué precios las vacunas deben llegar. La lacra del egoísmo y de la estupidez humana de la que no nos salvaremos y para la que, estoy convencido, no puede inventarse vacuna alguna. Pero vamos por partes.
 
2021 ha sido el año emotivamente más intenso de mi vida. No tengo dudas sobre esto. Tanta emotividad me trajo resultados extraordinarios.
Publiqué otra novela, hice nuevas amistades, volví a mis lápices y carboncillos para retratar a la gente, y ya tengo tres nuevos proyectos de bonsái en nuestra terraza. Y he leído mucho, muchos libros extraordinarios que siempre son los que me enriquecen mi vida permitiéndome vivir otras que la complementan.
 
Secunda conclusio:
No hay nada más idiota en la vida que dejar que tus pasiones se adormezcan y darte cuenta de ello tan solo porque la vida te sacude. No dejaré que me vuelva a pasar. Soy el que soy por las fiebres ardientes que siempre les puse a mis ocupaciones favoritas, y no quiero seguir haciendo el bobo malgastando el contado tiempo que me queda en no ser feliz.
 
En este año que termina, inicié a escribir una tercera novela con un entusiasmo diferente. Esto no significa que las dos anteriores no fueran fruto de un entusiasmo también, naturalmente que lo fueron. Por eso digo, diferente, y aquí me va a costar un poco explicarlo sin enredarme.
 
Evitando revelar de lo que tratará esta siguiente novela, creo que es la primera que estoy escribiendo desde reflexiones muy profundas, muy mías, muy en línea con mi cosmovisión, sin tapujos ni desvíos. Es mucha ficción, pero sostenida sobre convencimientos. Para escribirla, me estoy hasta metiendo en discusiones con Séneca y Cicerón, y casi me peleo con Aristóteles si no fuera porque ambos somos medianamente civilizados y podemos sostener una buena discusión sin llegar a las manos.
 
Tengo una voz y tengo una mirada.
Y tengo el convencimiento de que debo hacer uso de ambas. Es, por fin, reconocer ese activismo que mantuve adormilado por años, o toda la vida, según se mire.
Hace un tiempo, dentro del contexto del Bushido, el camino del guerrero, ya extracté la frase: “Para el guerrero, las palabras de un hombre son como sus huellas: puedes seguirlas donde quiera que él vaya.”
¿Me explico? Posiblemente no, y ya lo había advertido. Pero es que, lo que es de las profundidades de un hombre, difícilmente le pueda llegar con claridad a otro, es una afirmación comprobada. Aun así, la conclusión es mucho más fácil de entender.

Tertia conclusio:
¡Actívate! Hay no una, sino miles de causas oprimentes, injusticias, fechorías, sinvergüencerías, maldades, peligros, deshonores y calamidades por las que activarse, al igual que hay miles de bellezas, noblezas, buenas causas, amores, pasiones, verdades y honores por los que igualmente merece la pena. Eso sí, si no tienes nada que decir o hacer por indiferencia, languidece en tu vano sopor, seguramente no le haces mayor daño a nadie, pero tampoco aportas nada.
 
Con esto extraje tres de las más importantes conclusiones para mí, pero la lista de las que me deja el 2021, sosteniéndose sobre ya cincuenta y siete vueltas al sol cumplidas, es extensa…

Quarta conclusio:
Detesto a los políticos oportunistas, corruptos y sanguijuelas que lo único que me aportan son material para mis cabreos y más profundos rechazos.

Quinta:
Envejecer es horroroso, no por el declive, que definitivamente lo hay en los aspectos físicos, sino por lo que representa en la sociedad.

Sexta:
Aun así, me encanta envejecer, pero sugiero a la humanidad que tal proceso se convierta en materia obligatoria que se nos enseñe desde niños.

Séptima:
Las carnes de pavo y de pollo “sin piel” son gustativamente aburridas, sosas, poco estimulantes. Lo saludable riñéndose con lo rico, oh my God, ¡qué contrasentidos tiene la vida!

Octava:
La buena literatura no es únicamente cosa del pasado como afirman tantos esnobs literarios. Hoy se escribe excelencias que mañana también serán clásicos, al igual que Homero fue y sigue siendo un autor de bestsellers absolutamente vigente.
 
Nona:
Este año, mi madre, que se encuentra jugando a las cartas con sus amistades en el cielo de las madres, me ha hecho más falta que nunca.
 
Decima:
Noah Yuval Harari tiene razón en su pesimismo camuflado. Vamos hacia el desastre si no nos ocupamos globalmente, como humanidad, del cambio climático y el medioambiente, de la amenazante carrera armamentista que sigue tan viva hoy como durante los años de la Guerra Fría, y de los peligros dictatoriales de las nuevas tecnologías inutilizando a las personas y fomentando la manipulación.
 
Undecima:
Se puede vivir sin azúcar, tabaco y alcohol.

Duodecima:
Nuestra ignorancia nos continúa impulsando a interesarnos más por cómo Benzema se fue a pasar sus vacaciones navideñas a Dubái en un avión privado, los pedos que se tira Daddy Yankee o las siliconas de las Kardashian, que por enterarnos de una puñetera vez quiénes son Katalin Karikó, Özlem Türeci o Ugur Sahin.
En vez de ponerle monumentos a estos últimos, honrarlos y escribirles odas de agradecimiento, les lamemos el culo a los primeros, porque nos ciegan más las vacas de oro y no nos dejan reconocer a los verdaderos héroes de nuestra humanidad.

Podría seguir…
 
Admito que en el 2021 me salieron algunas palabras rudas, comentarios mordaces y poco diplomáticos en algunos escritos. Y meditando sobre ello, al amparo de esos cincuenta y siete giros que ya di, llego a la conclusión de que mi 2022 deberá estar cargado de mucha más metralla aún.
Quizás mi activismo me lleve incluso a fundar ese partido político de viejos, o ancianos, que Serrat sugirió hace poco con mucha sabiduría.
Proclamo: de pasividad me queda poca; mi camino es el camino y no el mirador.

Ultima conclusio:
Amé el 2021 por lo que dejó en mí, incluidos los anticuerpos que están convirtiendo a mi Covid en un dulce gatito faldero.