19. abr., 2022

La hechicera del bonsái - Entrevista

Las razones por las cuales la afición al bonsái es practicada más por hombres que por mujeres sigue siendo un misterio para mí.


No haré conjeturas para las cuales no estoy capacitado, serán otros quienes sabrán explicarlo con necesarios conocimientos de causa.
Pero abro con este hecho porque, al igual que me ocurre en otros ámbitos del arte (me ocurre a mí y acepto que no se esté de acuerdo), estoy convencido de que la mujer está infinitamente más capacitada en cuanto a sensibilidad, creatividad artística, inteligencia emocional y paciencia para la práctica de cualquier manifestación artística y entre las que incluyo el bonsái con todas sus técnicas de cultivo inherentes. Me avalan 30 años de observación.
 
Sin embargo, en el mundo del bonsái me encuentro con una infinita cantidad de aficionados, maestros, novatos y consagrados varones y, muy de vez en cuando, con alguna mujer. Pero cuando sucede, y así sucedió, el arte adquiere cotas de misterio y me reafirmo en mis convicciones.
 
Cuando conocí hace pocos meses a “la hechicera del bonsái”, (apelativo que le puse yo mismo y que hasta hoy no sé si le incomoda, probablemente sí por eso de las vergüenzas bien educadas), supe que me había encontrado con una de esas mujeres bandera que se destacan porque sí y que nos aportan provechos y momentos de luz.
Naturalmente tiene nombre y apellido la señora, el primero muy bonito y el segundo excelso. La hechicera del bonsái se llama Sonia Salvador, mantiene un porte no alto, pero cargado de setenta años de elegancia femenina, con una vida vivida a ritmo de entusiasmos, una bella familia y un amor longevo por el arte del bonsái. Ama los árboles en maceta como los árboles la aman a ella. Son ya cuarenta años que les dura este amor, desde que cupido los hizo cruzarse y saborearse en un viaje a Japón.

Sonia es pionera del bonsái en nuestro país, no solo como aficionada, que lo lleva en la médula, sino también desde hace treinta y cinco años como profesional habiendo creado sobre la base de la afición su empresa Hogar&Bonsái y la cual regenta con mimo cada día.
Es quiteña, de padres quiteños y estudió en el Colegio Anderson, se dedicó muchísimos años a la industria de los viajes, está casada con Oswaldo desde hace cuarenta y seis años, es madre de Soledad y abuela de tres nietos que, naturalmente, adora.

Como soy amigo de mi amiga, pero también ferviente admirador, decidí que me apetecía entrevistarla y acercar a la hechicera y su arte a los demás mortales que me leen, que no son demasiados, pero sí invaluables para mí.

G.:    Sonia “Hechicera” Salvador, ¿cómo te iniciaste en el mundo del bonsái?

S.:     Tuve la oportunidad de realizar muchos viajes y uno de ellos fue a Japón. Es ahí donde se despertó la inquietud y la curiosidad por aprender, de esto te hablo hace cuarenta años. A raíz de ello vino la investigación y el desear aprender más y más. Luego realicé unos cursos aquí (Ecuador) y en Colombia, la mayoría de ellos con muy buenos maestros.

P.: Pero en aquellos años debió existir apenas muy poca o casi nada de afición al bonsái en el país…

S.:     Ninguna, era desconocido el tema. Después de unos años y algunos cursitos que tomé, pude abrir la primera tienda de bonsái en Quito. Aquí ya te hablo hace treinta y cinco o treinta y seis años. Con el tiempo se fueron abriendo otros negocios, pero muy poquitos.

G.:   La pionera, entonces…

S.:     Sin pretender ser vanidosa, creo que sí.

G.:    ¿Quién era tu clientela, qué les vendías?

S.:     Mis clientes eran gente aficionada a cuidar "plantitas". Poco a poco fueron adentrándose en lo que era el bonsái. Siempre querían tener cerca a alguien conocido que les asesore. Y aunque no lo creas, son clientes y amigos a los que hasta ahora ayudo. Les vendía bonsáis, servicios de mantenimiento, de guardería, venta de implementos, asesoramiento… En fin, todo lo referente a cuidados y ventas de bonsái.

G.: Sonia, perdón, hechicera,… ¿qué te aporta el bonsái? Porque además de ser parte de tu vida profesional, también hay una gran afición personal…

S.: El bonsái forma una parte fundamental de mi vida. Aparte de haberlo convertido en mi vida profesional, es sobre todo algo que me alimenta el espíritu, me despoja de egoísmos, de vanidad. Todo lo contrario, me ha hecho crecer emocionalmente, sacar sentimientos negativos, quedar limpia de ellos. Asimilo las energías buenas que me transmite, y yo le doy mis cuidados y atenciones. Es mutuo, el dar y recibir. El BONSAI ES VIDA.

G.:   Imagino que como yo, tuviste acceso a aprender a través de unas pocas revistas que había, unos cuantos libros, fotocopias, pero hace cuarenta años no existía ese universo de información que hoy nos aporta la tecnología, internet, etc... Antes, todo era más ensayo - error, ¿cierto?

S.:     Un método al que tuve acceso en esos años, imagínate, era en formato de folletos, no había aquí revistas ni mucho menos libros aún. Por Correos del Ecuador recibía desde Argentina eso cursos. No me preguntes cuánto aprendí, ni lo rápido que digerí esos folletos. Luego, los cursos aquí y afuera son los que fueron mis guías.

G.:   Hoy en día hay corrientes que ya diferencian el bonsái tradicional japonés del europeo, del latino, por poner unos ejemplos. Se dice que, en mucho, son escuelas casi diferentes. ¿Hay una manera latina o, incluso, ecuatoriana de hacer bonsái, aparte del uso de las especies del lugar?

S.:     Considero que la escuela europea aporta una diferencia importante por haber roto reglas muy estrictas que se practican en el bonsái japonés. La escuela europea es más libre, rompe normas en formatos, y en sus diseños es audaz. En Ecuador no tenemos un estilo propio, pienso que es el resultado de la unión de las dos escuelas. Latinoamérica se inclina más hacia la escuela europea.

G.:   Se puede disfrutar del bonsái de muchas maneras. ¿Qué aspecto o tipo de trabajos con los árboles disfrutas más? ¿Cultivar, mantener, diseñar,…?

S.:     Me gusta diseñar y mantener. El cultivo es parte del mantenimiento. Pero, prefiero tener material ya con sus años y diseñarlo. Mi estilo se inclina mucho a diseños naturales, con especies nuestras, que son latifoliados, especies generosas tropicales.

G.:    ¿Yamadori (extraído del campo o montaña) o vivero?

S.:    No soy amante del yamadori, prefiero material de vivero. Son más naturales y menos maltratados.

G.:   Un tema que me interesa mucho, hechicera: ¿Por qué el bonsái es una afición mayoritariamente masculina?

S.:     Es algo que no entiendo, pero relaciono, tal vez, con el hecho de manejar material grande y pesado. Me refiero a los bonsáis de cierto tamaño que sí son pesados. No sé, porque la sensibilidad es igual, y capaz la exhibe incluso mejor una mujer. En gastronomía y en muchas otras manifestaciones ocurre lo mismo: los hombres destacan y son más. No lo entiendo.

G.:    Pero existen los formatos pequeños, manejables. Y en cuanto a la paciencia y perseverancia, las mujeres aventajan a los hombres…

S.:     Por eso te digo, en cuanto a sensibilidad y paciencia, nosotras no nos impacientamos por ver trabajos terminados y somos perseverantes. En los hombres son rasgos quizás más difíciles de cultivarse, pero allí están las contradicciones. Las mujeres ponemos mucho de ternura, de amor, de finura en este tipo de trabajos. Por eso tampoco me atrae trabajar con yamadoris, no me gusta cierto maltrato del árbol.

G.:   Tú sabes que mi frase favorita sobre esta afición la dijo el maestro Saburō Katō: "En el hacer bonsái, lo más importante es el sonido de los pasos del cultivador cuando se acerca a su árbol." Dame tu interpretación de estas palabras.

S.:     Saburō Katō. Un genio. El árbol te espera, el árbol se prepara para entregarse a ti, a tus manos. Tú le pides permiso antes de nada.

G.:    ¿Acercarte con respeto?

S.:     Así es. Es fundamental respetar y no agredir. El árbol siente.

G.:    Hacer bonsái en la línea ecuatorial tiene sus ventajas e inconvenientes porque no tenemos variaciones estacionales marcadas. Háblame de lo positivo y negativo de esto. ¿Cómo es hacer bonsái en Quito?

S.:     No conozco lo que es trabajar bonsáis con cuatro estaciones. En Ecuador tenemos 2: verano, la época seca, e invierno, con lluvias, pero no por ser invierno dejamos de tener sol. Esto hace que se facilite trabajar durante todo el año y tener floraciones, en caso de los árboles florales, los doce meses del año. Es una gran ventaja.

G.:    ¿Tienes muchos bonsáis o proyectos en tu colección personal? ¿O todo es ahora mismo para el negocio?

S.:     Tengo pocos en mi colección, no me interesa aumentar, prefiero cuidar y mejorar lo que tengo. En el Museo del Jardín Botánico tengo algunos y en casa otros pocos. Para el negocio manejo material comercial.

G.:    Ahora que mencionas el museo, háblame de esa particularidad. No conozco muchas asociaciones o fundaciones como la nuestra, que además cuente con un museo permanente abierto durante todo el año al público. Imagino que esto es un orgullo pero también compromete, porque el museo será la joya a ser cuidada y siempre tiene que estar todo digno de estar expuesto. Háblanos de la Fundación y su labor con el museo.

S.:     Es un orgullo para nuestra FUNDACION ARTE BONSAI MITAD DEL MUNDO. Ser un grupo de amigos que amamos hacer bonsái y tener a nuestro cargo EL MUSEO DEL BONSAI que se encuentra dentro del JARDIN BOTANICO DE QUITO. Está catalogado como uno de los mejores, si no el mejor, en Latinoamérica. Entonces, los socios que tenemos nuestros bonsáis ahí debemos mantenerlos. Además realizamos un trabajo constante, dictamos cursos y talleres a personas interesadas. También traemos a maestros de muy alto nivel para seguir preparándonos.

G.:    ¿Hay mucho aún por aprender para una maestra que lleva el bonsái en la médula desde hace 40 años?

S.:     Uno nunca deja de aprender. Los años a uno no le dan el título de maestro o maestra, siempre diré que los años me dan más experiencia y más amor por lo que hago.

G.:   ¿Cuál es tu especie favorita, hechicera? ¿Hoja perenne o caduca?

S.:     Mis especies favoritas son las de hoja perenne, en coníferas me agradan mucho los pinos, si son pinos negros, mejor.

G.:    Y para rematar… Déjanos tus palabras para motivar a otros a acercarse al mundo del bonsái? ¿Qué les quieres decir?

S.:    Que aprendan a compartir su tiempo con algo que les va a enriquecer el espíritu, que les ayudará a moldear su carácter, que puede aportarles infinita energía positiva. El bonsái llena el alma. No dejó de dar gracias a la vida por haberme puesto en el camino al bonsái.
 
Sonia “Hechicera” Salvador se pone su delantal, con publicidad de su negocio, por supuesto, se enfunda los guantes, aferra la tijera podadora, e inicia con su ritual de mimos y hechizos a trabajar y a cuidar de sus árboles.

En otra ocasión os muestro los árboles del museo y los de Sonia, árboles que nos sobrevivirán, principalmente, porque aficionados y hechiceros como Sonia han puesto en ellos todo su amor y conjuros.

O mejor aún, déjense caer por Quito, no estamos lejos, apenas sobre la línea ecuatorial, a 2850 metros de altura, donde os daremos la bienvenida con los arcanos andinos, los céfiros del altiplano, y el calor con el que siempre acogemos a los forasteros.

¡Todo esto lo consigue el bonsái!